-Me trenzo los dedos; me marco las cutículas. Y cuando no las llevo pintadas, me muerdo las uñas, nada que se note demasiado, es un vicio estacional. Me muerdo los labios por la parte interna y de vez en cuando vuelve mi pequeño tic del párpado. ¿Y qué más tics tenía cuando era pequeña? No me acuerdo, pero eran más.
Solo me doy cuenta de ellos cuando asomo a la superficie de mi consciencia, y eso no suele ocurrir a menudo. Pienso que no importa dónde mi cuerpo habite, porque el interior que decoro con más deliberación es el de mi cabeza rizada.
Medito constantemente y a contracorriente, pero medito como sinónimo de pensar. Alguna vez he intentado meditar cómo los budistas, sin pensar en nada, dejando ir las ideas, pero no sé. Y tampoco quiero que las ideas se me escapen como si fueran pájaros en una jaula. No están en una jaula, están en mi cabeza y son libres como el viento.
Son libres como el viento, porque así se han educado, con el viento. Si hay algún elemento natural que se encuentre en mí, debería ser este, porque en la llanura dónde el mar y el río se conocieron, donde yo crecí, el viento nunca se cansa. Siempre me parte los labios, me despeina para varios días, y si me atrevo a salir de casa con el cuello desnudo me obliga a callar. El viento me obliga a callar y él nunca para de silbar cuando saluda a las persianas de mi habitación. Supongo que tendría sentido decir que el viento es un hipócrita.
Y bueno, también me gusta el sol y es más agradecido. El sol me da placer, y me revitaliza en pocos minutos. ¡El sol es mucho mejor que el viento!, pero no me parece tan exclusivo. El sol es de más personas, sin duda. Yo tenía un collar muy bonito, muy especial y de madera, que tenía un sol tallado y pintado de amarillo. Yo guardé ese collar cuando se partió por la mitad, pero ahora no sé dónde lo puse.
¿Y para qué guardo estas cosas yo? Debería revisar la cajita que ya no se cierra y tirar todos los pendientes que no tienen pareja. Total, ya no sirven si no tienen pareja. Qué pena deshacerme de algo porque por sí solo sea inútil. Con lo que me gustan algunos de ellos… Pero tengo dos orejas, así que no los podría usar ni aunque quisiera.
Me dice mi madre que tengo demasiado apego a las cosas materiales. Tiene razón. Siempre tiene razón.
-¿En qué piensas?
-No, en nada. No pensaba en nada.
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